lunes, 16 de julio de 2012

Sobre lo más alto en Baquedano.

En varias oportunidades he recordado mi niñez baquedanina como la veía entonces: con mis ojos y mi estatura de niña pampina. Todo lo que veía tenía proporciones enormes: la gente alta era gigantesca, las paredes de la casa eran largas, los habitantes del gallinero tremendos, las arañas de los rincones inmensas y mostruosas, el cesto del tablero de la cancha de basquétbol imposibles de alcanzar con mi pelota, los camiones eran animales polvorientos de metal y con ruedas de caucho que corrían por el desierto dejando una cola de polvo en su recorrido...los trenes eran como dinosaurios culebreados  de metal que corrían e desierto chirriando, echaban humo desde la chimenea de su cabeza, corrían a velocidades fuera de mi comprensión y eran capaces de transportar cargas enormes y cualquier cantidad de gente...
Lo máximo que conocía entonces eran la  CASA DE MÁQUINAS y la MAESTRANZA...y es que eran las construcciones más altas y más grandes del  pueblo. Ahí en la Casa de Máquinas se reparaban y se aceitaban las máquinas que luego estarían recorriendo los rieles y llevando  vagones con gente, carros y bodegas con  cargas hacia y desde todos los puntos a donde le señalaban los rieles. La verdad es que sólo pude entrar hasta el portón de la entrada de ese recinto en un par de ocasiones cuando llevábamos la vianda o el lonchero a algún hombre que estaba trabajando ahí....Ahí adentro donde estaban las máquinas y sus hombres trabajando me daba miedo: todo negro, enorme, con ecos de golpes sobre metal, con olor a aceites de máquina, a carbones...no, nunca sentí curiosidad por entrar ahí, debo reconocerlo y todo lo miré desde afuera.
Ya se que ahora, medio siglo después no sería capás de encontrar las formas gigantescas de mis recuerdos infantiles...Me sucedió hace más de un decenio cuando visité la casa donde viví en Baquedano y descubrí que las altas paredes de la casa de mis recuerdos ya no tenían esas proporciones: o habían encogido o yo había crecido un poco.  
De todas maneras siempre será todo enorme en mis recuerdos...y siempre encontraré una flor llena de colores para adornar estos recuerdos...una de esas flores que nacían en los cajones o tarros con plantas del patio de mi casa en la pampa chilena.

Imágenes prestadas por mi hermano Pedro Raúl  Rivera. Gracias por leer y se agradecen comentarios. PAMPINA